Entrevistamos a Andrés Cogliano de Lionel’s, quien nos explica las consideraciones a tomar en cuenta en el diseño de un nuevo producto y cómo se ven reflejadas cuando se ven desde la perspectiva del padre comprador.
Desde el momento en que se concibe un producto lo primero que se piensa es en diversión o entretenimiento. Es un rasgo innato de los juguetes. Uno puede además imaginar que servirá para tal o cual fin, entonces aparece el valor agregado de lo didáctico. Nos imaginamos a chicas y chicos aprendiendo, queriendo ser aquello que les sugerimos. Allí aparecen los adultos como clientes, empatizando con ese deseo enciclopedista de los creadores, crecidos en una misma generación. Hoy además se agrega ese afán de “Que juegue con lo que sea, cómo hacíamos nosotros, y no se pase todo el tiempo pegado a la pantalla”
Llenamos de propiedades pedagógicas a esos pedazos de polímeros diciendo que estimulan, incentivan, enseñan, divierten, crean, mueven, y tal vez estemos queriendo poner demasiados atributos en algo que no debería ser tomado con tanta exigencia. O tal vez sí. Perdón. No se malinterprete, que antes de salir al mercado esos objetos además tienen que aprobar todas las normativas vigentes para ser considerados “Seguros” Y que no nos lleven presos. ¿Queremos que se diviertan y aprendan? ¡Sí, claro! Y si están inquietos e hiperestimulados, será por la intromisión dentro de nuestros sacros hogares de todos esos dispositivos, que no son tan sanos como todos aquellos juguetes cada vez más voluminosos que terminaron amontonados en aquel rincón. Tampoco podemos dejar de mencionar, en la senda por intentar mejorar nuestros procesos, la tan mentada profesionalización, cuando el presupuesto de la empresa es holgado y se logra recurrir a expertos que puedan medir y venir a decirnos lo que debería ser adecuado para el deseo de las criaturas.
¿Alguien vio algún niño por el momento? ¿A quién apuntamos? ¿Nos pensamos a nosotros siendo chicos ahora? ¿Los pensamos a ellos siendo nosotros durante las últimas décadas del siglo pasado? ¿Una vez que somos padres ya sabemos todo y lo que pensamos que le ocurre a nuestros hijos en su entorno se convierte en el universo? Cuando tengan nuestros productos en sus manos ¿Van a hacer lo que pensamos que van a hacer? ¿Van a ser lo que queremos que sean?
Ideamos, diseñamos, proyectamos, ensayamos, nos aseguramos y lanzamos al mercado teniendo en cuenta nuestro imaginario de felicidad, creatividad, y (creo que ya usé todo el léxico disponible) etc. Despotricamos contra los artefactos tecnológicos que terminaron hegenonizando la atención de chicas y chicos mientras nosotros, en vez de apelar a la especificidad y simpleza original de un “producto para jugar”, terminamos embadurnando y queriendo llenar de cualidades mágicas a esas otrora sencillas piezas que supieron estar al servicio del entretenimiento infantil.
¿No será que estamos queriendo ser nosotros los que vendemos “juguetes para adultos”?