Por Pablo Adolfo Gazzano
Hemos observado, en lugares públicos, con cierta aprensión y escándalo, a padres enfrascados en sus cosas, mientras su niño está hipnotizado por un celular junto a ellos. Signo de la época, las pantallas nos atrapan y seducen. Desde el sentido común, una voz interna nos dice que algo no está bien en el modo en que interactúan los niños y adolescentes con la tecnología.
Abriremos tres ventanas desde las cuales asomarnos a este fenómeno. Una será científica, otra filosófica y la última práctica, como resultado de las otras dos.
Respecto de la primera, basta un dato: sólo en los Estados Unidos, se estima que el 97% de los niños que juegan videojuegos tiene entre los 12 y 17 años. El promedio de tiempo diario es de 1 y ½ horas diarias para el rango de 8 a 12 y de 2 horas, para los jóvenes de 13 a 17. Las consecuencias (la mayoría negativas) para la salud, del uso excesivo de videojuegos son: aumento de la obesidad, dificultades con el sueño -tanto en su cantidad como en su calidad-, problemas de atención, comportamientos agresivos y adicción. Los videojuegos no son tan nocivos como mirar televisión, pero tienen un efecto neto en el aumento de peso y una alimentación poco saludable.
Jugar videojuegos por la noche, común en los adolescentes, se asocia con disminución del sueño total y otros cambios. Los efectos indeseables confirmados científicamente son la disminución de las habilidades del funcionamiento ejecutivo, el rendimiento académico, la irritabilidad y los trastornos del estado del ánimo. Por otra parte, un estudio reciente encontró que el uso de videojuegos predijo síntomas de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad) en adolescentes. Además, las estructuras y niveles de actividad en diferentes zonas del cerebro ligadas a la recompensa y la dopamina, sugiere que muchas horas con los videojuegos puede llegar a ser una adicción.
Por último, varios metaanálisis han encontrado una relación significativa entre la violencia en los videojuegos y el comportamiento agresivo de los jugadores. La Asociación Estadounidense de Psicología reconoce un vínculo entre los videojuegos violentos y una mayor agresión, menor sensibilización y menor empatía, pero no violencia real o comportamiento delictivo. Así como no todo el tiempo frente a la pantalla es igual, y la atención activa y la participación son más estimulantes cognitivamente que mirar televisión, del mismo modo, afirmamos que el juego virtual no puede reemplazar el juego físico.
Hagamos un ejercicio de pensamiento de indagar en las raíces personales y sociales de este nuevo desafío al que nos enfrentamos.
En esa escena hay un doble abandono por parte del adulto: por un lado, lo ignora, por el otro, le muestra el camino equivocado (ver la vida a través de un artefacto con contenidos y modos diseñados ¿por quién?). Lo que advertimos en un bar seguramente ocurre, por mucho más tiempo y con mayor profundidad, en el hogar, y con niños y adolescentes mayores.
Hay autores que hablan de una sociedad adolescente. Esto puede interpretarse de muchos modos: adultos que añoran la adolescencia como un paraíso perdido; adultos que idealizan a los adolescentes, mimetizándose con ellos; adultos a los que se le hace cada vez más difícil imponer límites, consensuados, explicados, justificados, pero límites al fin; adultos demasiado refugiados en sus propios intereses y deseos como para hacerse cargo de su rol.
En este marco, somos invadidos por una tecnología que supera en mucho la mirada crítica del ser humano promedio; que ofrece una cantidad de medios (de distracción, de información, de estímulos) nunca vista en la historia, pero que desborda la capacidad de los hombres y mujeres de juzgar qué es lo importante, qué es lo verdaderamente necesario, qué es lo genuinamente humano, en síntesis, lo que constituye la sabiduría.
Entonces, muchas veces resulta más fácil entregarse a la marea, que suavemente nos lleva, a niños, adolescentes y adultos, a sumergirnos en un universo de pantallas coloridas, estimulantes, restallantes.
Nos queda abrir la última ventana: ¿Qué hacer?
Controlar el tiempo dedicado a su uso. Es importante limitar su uso, dedicándole un espacio determinado. Algunos autores sugieren no dedicar más de tres a cuatro horas a la semana.
Vigilar el contenido de los videojuegos. Sigue siendo muy importante un control adecuado de los contenidos de los juegos. Debemos asegurarnos de que sean los adecuados para la edad del niño.
Potenciar la vida familiar. El abuso de los videojuegos puede ser consecuencia de la ausencia de un adecuado clima de vida familiar. Los videojuegos son adoptados por los niños y sobre todo por los adolescentes para llenar un vacío. Para evitarlo, podemos participar utilizándolos como un medio para fomentar la comunicación y el contacto con los hijos, aunque esto nos lleve un tiempo.
Detectar situaciones de alto riesgo. Si el niño o adolescente presenta un comportamiento no adaptado a un uso correcto de los videojuegos, será conveniente recurrir al consejo de especialistas en la materia.
Fuentes: Efectos de los videojuegos en la salud de niños y adolescentes - Artículos - IntraMed.
La base neuronal de los videojuegos | Escuela con cerebro (wordpress.com), blog de Jesús Guillén, especialista en Neuroeducación.
Videojuegos y los niños. Consejos y cuidados. Clínica Universidad de Navarra (cun.es)