18/03/2025

“EN UN GRUPO, EL PROBLEMA ES CUANDO LOS ROLES SE FIJAN”

Con la counselor Carolina Refusta abordamos la problemática adolescente en las circunstancias actuales de nuestra sociedad. Las implicancias de los vínculos familiares sanos y la importancia de poder hablar de las emociones personales. 



¿Qué se esconde detrás del bullying? 

El bullying viene a poner en escena la necesidad del adolescente de diferenciarse, a través del rechazo al otro, a costa de su sufrimiento, escondiendo en eso la propia debilidad, el miedo que me produce mis diferencias. Un aspecto oscuro de la naturaleza humana. En definitiva, el bullying es un mecanismo de defensa frente a alguna debilidad interior y la violencia surge cuando no se atienden necesidades personales.

Diferenciarse, pero para actuar en grupo. En la grupalidad aparece la cuestión de la pertenencia.

Es un proceso en el cual cada uno se adapta para seguir al grupo y al líder, que pone las reglas y marca el paso. Para que esto suceda, es necesario la combinación de un grupo sumiso y un líder, porque siempre tiene que haber uno. Ese líder puede ser positivo, negativo o disruptivo. 

Cuando el líder es negativo, puede representar un problema ¿es así? 

En un grupo, el problema es cuando los roles se fijan. En esa fijeza, las individualidades desaparecen, se descuidan. Los grupos en los que no hay roles fijos, hay más cuidado entre los miembros. Incluso en sus individualidades se respetan. Al punto de poder hablar “mal” de un amigo y poder decir cómo se sienten con respecto a lo que él hace. No lo que “les” hace; si lo toman personal no pueden ver la manera de modificarlo. Hay que entender que lo que no se puede decir, lo que no se dice, impide la modificación de conductas dañinas. 

Se confunde decir lo que se piensa con hablar mal, ¿o hablar mal implica no hacerlo de frente?

Así lo sienten. Pero lo que se siente y no se dice, se expresa finalmente, a través de un insulto. Es más fácil hablar mal de alguien a quien no querés o no conocés. Es el fenómeno hater de las redes sociales. Hablar mal desde el anonimato. En el cara a cara es más difícil sostenerlo. Enfocarse en las propias emociones para entender los problemas con el otro permite encontrar las palabras más directas y sencillas para enunciarlo y evitar la neurotización. Ese registro es útil para tramitar las emociones y lograr un nivel aceptable de inteligencia emocional. 

¿Entonces se trata de lograr un registro propio de las emociones y poder ponerlas en palabras?

Ese es el lugar para poder abordar los problemas que se presentan en la adolescencia. Si no el mundo parece enorme y no se entiende por qué un adolescente hace lo que hace. A veces falta conciencia de los actos, sobre todo de qué le pasa al otro con lo que uno dice o hace. Cuanto antes un adolescente tenga registro de sus emociones, más probable es que pueda evitarse el efecto dominó que pueden desencadenar sus acciones. 

¿Cuándo debería empezar ese reconocimiento de las emociones?

Como capacidad de la persona, desde toda la vida. El tema es qué adultos acompañaron a esa persona y cuántas posibilidades tuvo o tiene de expresar lo que le pasa. Si se atienden las necesidades reales de un niño, más allá de darle o no darle, y se le permite explicar lo que le sucede, y el adulto le pregunta, entonces se marca un buen inicio. A los adolescentes, por la dinámica de la edad, hay que preguntarles qué quieren, cómo están atravesando su vida. 

¿Qué significa preguntar? 

Indagar las necesidades, que siempre son variables, más justamente en la adolescencia. No imponer algo que la persona no necesita. En la pre adolescencia son todavía niños; los protegemos al máximo sin embargo pueden tener otras necesidades que deben ser escuchadas.

¿Por qué los adultos no preguntamos o indagamos? 

Se vive en la inercia de que uno sabe más que ellos por una cuestión de edad, de experiencia. Y eso es verdad. Pero sólo uno mismo sabe qué necesidad tiene o cuáles son sus sentimientos. La adolescencia es un proceso de transformación que implica un niño que está dejando de ser y que requiere de los padres un rol más flexible. El adulto necesita duelar siempre al niño que su hijo ya no es. 

¿Qué sucede cuando es el niño quien no escucha? 

Entonces se hace necesario buscar consensos a través de compartir qué le pasa al adulto. Es cuestión de generar empatía. Se necesita siempre conectar con lo que cada uno siente, después decir lo que se necesita y finalmente esperar la oportunidad para que pueda darse lo que se necesita. El diálogo abre puertas, destraba niveles y desdramatiza la existencia. 

¿Cómo influye en este proceso de reconocimiento de las emociones y la comunicación, la sobre estimulación de las redes y la tecnología? 

Esta estimulación favorece mucho la frustración. Con las redes consumimos mentiras y tanta información tiende a dejar un vacío muy grande. Pareciera que un momento sucedió, si una foto que lo constata. El contrapeso de eso es la adicción y la dependencia de la mirada del otro, pero eso no es sano porque hace crecer el foco de valoración externa, que reemplaza el propio registro. Detrás de cada publicación en las redes, hay un relato. Tomar conciencia de eso ayuda a percibir el estado interior. 

Es paradójico que, en una época de tanto individualismo, la medida de aprobación sea la mirada de los otros. 

Es cierto. La individualidad vacía solo puede ser validada por lo que los demás quieren. Es importante entender cuánto en la propia crianza hubo de condicionalidad para ver el comportamiento en relación con el otro. Cuando digo condicionalidad digo la condición para ser. Si nuestros padres nos ponen condiciones para ser queridos eso se va a reproducir a lo largo de la vida porque se genera apartamiento del modo de ser. Toda nuestra conducta radica en si nos sentimos queridos por lo que somos o por lo que hacemos. 

DESTACADO 

Tenemos como base ser queridos desde chicos. Pero en nuestros hogares podemos estar expuestos a condicionalidades que nos lleven a actuar de acuerdo a lo que otros esperan de nosotros, y no de acuerdo a nuestras propias necesidades. 

FUNDAMENTO DEL COUNSELING 

El counseling puede hacer la diferencia porque es un proceso en el que la persona intenta volver hacia sí pero en el que es recibida sin ser juzgada. En ese lugar de libertad el otro me escucha sin juzgarme, aceptándome como soy. Activamente, el counselor escucha atendiendo la necesidad de hablar que tiene la persona; por eso el counselor debe ser aceptante de lo que el consultante es. Desde la generosidad y el altruismo, el consultante es respetado en su total humanidad. Y su libertad, por supuesto. Porque el fin del proceso está en lo que el consultante necesita. En el proceso de conocerse a sí mismo el punto límite del mismo sólo lo puede poner el que consulta. El counselor confía en esa decisión del consultante