Otra fecha que nos debe llenar de orgullo. Somos los hijos de aquellos patriotas que se reunieron en Tucumán para intentar el ordenamiento institucional frente al avance de las fuerzas militares realistas que estaban obteniendo triunfos importantes en todo el continente. Internamente, también la inestabilidad y la tensión entre las figuras potentes de aquel momento –todavía estaban en acción pública San Martín, Belgrano, Artigas- hicieron que del Congreso de Tucumán un acontecimiento de extrema importancia.
Pero, en verdad, lo que hoy nos habla mucho más a nosotros, ciudadanos de a pie en un momento difícil de la historia, es el nombre de la efeméride: Día de la Independencia. Y no hay modo alternativo para entender independencia que la de soberanía. La soberanía es la capacidad para diseñar un proyecto propio de país. Ese proyecto debe incluir todas nuestras aspiraciones materiales y espirituales de todos los habitantes del país. Nadie puede ni debe quedar fuera.
Para que esto sea posible, hay que atreverse a soñar y también a trabajar. Aquellos patriotas pagaron con la vida, con el exilio, con la pobreza la realización de una patria independiente. Fueron abogados, sacerdotes, militares, médicos impulsados por el sueño de un destino común. Se unieron, independientemente de sus procedencias, para constituir el gesto definitorio de su posteridad.
Escribieron esto:
”Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”
Ese compromiso es hoy ineludible. Porque el mundo se rearma y habrá que pensar nuestra participación en él de un modo solidario, pero también libre, independiente, autónomo.
Dejamos a continuación un pensamiento del Papa Francisco, el argentino más importante de toda la historia, que deja aquí su huella y honra nuestro pasado y también invita a nuestro futuro.
"Sí, hijos de la Patria. En la escuela nos enseñaban a hablar de la Madre Patria, a amar a la Madre Patria. Aquí precisamente se enraiza el sentido patriótico de pertenencia: en el amor a la Madre Patria. Los argentinos usamos una expresión, atrevida y pintoresca a la vez, cuando nos referimos a PERSONAS INESCRUPULOSAS: "éste es capaz hasta de vender a la madre"; pero sabemos y sentimos hondamente en el corazón que a la Madre no se la vende, no se la puede vender... y tampoco a la Madre Patria.
(...)A los ancianos, los "memoriosos" de la historia, les pido que, sobreponiéndose a esta "cultura del descarte" que mundialmente se nos impone, se animen a soñar. Necesitamos de sus sueños, fuente de inspiración. A los jóvenes les pido que no jubilen su existencia en el quietismo burocrático en el que los arrinconan tantas propuestas carentes de ilusión y heroísmo. Estoy convencido de que nuestra Patria necesita hacer viva la profecía de Joel (cf. Jl 4, 1). Sólo si nuestros abuelos se animan a soñar y nuestros jóvenes a profetizar cosas grandes, la Patria podrá ser libre. Necesitamos de abuelos soñadores que empujen y de jóvenes que -inspirados en esos mismos sueños- corran hacia adelante con la creatividad de la profecía."
Papá Francisco - 9 de julio de 2016
¡Nos seguimos encontrando!
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