Con la guerra esparcida de mil variadas formas hoy, parece raro decir que alguna vez Argentina estuvo en guerra.
Y sin embargo…
En 1982 todavía el país estaba atravesando la fase terminal de un proceso de decadencia económica que combinó un inédito endeudamiento externo y el desmantelamiento del aparato productivo, lo que cambió casi definitivamente nuestra matriz económica. Por primera vez se hablaba de sistema financiero como una realidad determinante de la actividad económica.
Estaba también nuestra sociedad buscando la salida a un ciclo de violencia interior que todavía hoy sigue sin saldarse. Para poder avanzar, se entiende, en una dirección de salud social.
En aquel contexto, las Fuerzas Armadas a cargo del gobierno decidieron desembarcar en las Islas Malvinas para encabezar la recuperación de ese territorio del que la Corona Británica se apropió ilegalmente en 1833. Un hecho notable que jamás se valoró del todo, tal vez porque toda la sociedad estuvo imantada por esa vieja reivindicación nacional y el gobierno improvisó, falseó, defeccionó.
Pero hubo centenares de soldados también. Compatriotas sin experiencia ni formación militar que fueron héroes. No chicos de la guerra como después se desdibujó. Héroes: muertos, mutilados, traumados, vivos. Héroes de una guerra que no pidieron pero que debió haberse ganado. A tal punto, que un partido de fútbol se tomó como revancha apenas cuatro años después.
De todos modos, la historia es historia, aunque hoy se sigue viviendo y escribiendo. Porque en paralelo al creciente interés de los gobiernos y de la sociedad en la causa Malvinas (lo que se conoce como desmalvinización) la actividad británica en la zona se ha intensificado. Con lo cual la pregunta sobre para qué querríamos las Malvinas se contesta sola. El problema es hacerse cargo.
Malvinas es la Patagonia, es sus riquezas, su punto de anclaje geopolítico. Malvinas es nuestra memoria histórica. Aunque no nos guste esa expresión. Y hoy esa memoria está en crisis. Porque en las escuelas, cuando se habla, es con culpa por recuperar lo propio. Y los alumnos, nuestro futuro, no saben de qué se trata este tema.
40 años atrás nos despertó el asombro. Hoy es la indiferencia.
Más allá de lo dramático de la guerra, de sus consecuencias y el infortunio de sus víctimas, la Historia se escribe con decisión y nobleza.
Si eso tiene valor todavía para nuestra sociedad, será entonces una fecha ganada.
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