La revista virtual El Planeta Urbano publicó hace unos días una noticia sobre una innovación tecnológica producida en EEUU. Abajo ponemos el link para que accedan al texto original de la nota.
Pero, antes de darles paso, vale la pena señalar algunas cuestiones que surgen de su lectura. Es interesante ver que esa experiencia que se define como piloto se piense para adultos mayores, un segmento de nuestras sociedades que en general sufren –por acción o por omisión- el descuido, el olvido o el maltrato tal como están conformadas las condiciones actuales.
Resulta un poco perturbador que se piensen métodos de consuelo, alivio o satisfacción artificiales cuando la solución primera parece la más natural y lógica. Sociedades con mayor contención para las personas ancianas, sistemas de salud y jubilatorios que garanticen la sustentabilidad de sus vidas, propuestas gubernamentales para su integración y recreación. Nada que un presupuesto razonable no pueda contemplar. Es decir, que la vida de las personas importe hasta que naturalmente se apague.
En el cuento La Ley de la vida de Jack London (link a continuación) que muestra el final de la vida de un viejo miembro de una tribu esquimal. En el relato un anciano es abandonado en la intemperie porque es una carga para los más jóvenes. El cuento resalta cómo el anciano asume ese modo final, que por supuesto –más tratándose de London- no es feliz. El fin de una vida siempre tiene sabor amargo, pero hay condiciones que pueden hacer prevalecer el sentimiento de que todo se dé de una manera natural de acuerdo a los parámetros de cada sociedad.
Otro aspecto de la noticia que llama la atención es el alto desarrollo tecnológico que estas mascotas electrónicas poseen. Es obvio ya el impacto de la tecnología en la vida cotidiana. Desde las múltiples aplicaciones que en el celular podemos tener para manejar nuestro día a día (eso hasta que expire la batería) hasta la inmensa variedad de artículos para el hogar, la tecnología moldea nuestra experiencia de la realidad. Por no ahondar en la influencia de las redes sociales en el contexto de pandemia.
En definitiva, la tecnología presenta para nuestras sociedades –especialmente, para las nuestras que están en desarrollo- el desafío de tomar conciencia de que es una realidad vigente que obliga, por ejemplo, a formar a nuestras generaciones más jóvenes en saberes que les permitan desempeñarse en un mundo laboral con otras exigencias. El riesgo, el más evidente, aunque no el único, es creer que la tecnología resuelve cualquier problema.
Porque la simulación de afecto no es afecto. Era común escuchar en boca de nuestros mayores “no sólo hay que ser sino también parecer”; en esta situación el parecer reemplaza al ser. Es un poco difícil de percibir dónde está lo humano. Una mascota que responda artificialmente, más allá de la apariencia “humana”, no deja de ser un artilugio que supone una ingeniería sofisticada para producir aquello que no tiene modo de producirse si no es naturalmente. El paradigma tecnológico nos puede hacer pasar por alto ese detalle
La felicidad –y también la infelicidad humana, especialmente en las etapas de la vida donde uno depende necesariamente de otros, sólo surge de lo que los humanos podemos realizar en conjunto: por sí mismo, para sí mismo, entre todos y para todos. Y, lo aceptemos o no, es una responsabilidad nuestra que ningún invento técnico podrá resolver o reemplazar.
En la novela ¿Sueñan los androides con ovejitas electrónicas? (cuya adaptación cinematográfica fue Blade Runner de 1982) Phillip K. Dick, su autor, imaginó un mundo en el que un grupo de máquinas con apariencia humana se revela y toma venganza de sus hacedores (esos sí, humanos) al tomar conciencia de que se acercaba el fin de sus vidas útiles. Un modo drástico de decir: lo humano es la finitud y la verdad. Eso puede afrontarse, igualmente, sin tecnología y con amor y contención.
La tecnología y su impacto en nuestras vidas. ¿Llegará el día en que a nuestras mascotas reales les ofreceremos androides con apariencia humana para que sigan sintiendo alguien que les dé amor y protección?